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Bitácora de aventuras, edición estoy enferma:

    Les cuento esta historia tirada en el mueble de mi casa, desde donde, debo confesar, he escrito el último año, y desde donde probablemente les siga contando historias por buen rato. Tengo la buena / mala costumbre de buscarle el chiste a todo, y siempre me había funcionado bastante bien, hasta ahora. No les aseguro que deje el chiste, pero sí es bueno de vez en cuando mostrar la historia detrás del chiste. Miguelo siempre insiste en que la vida no es color de rosa como la quiero pintar, y estoy de acuerdo con él, para mí es azul, no tengo historias rositas para contar, esas las cuenta mi hijastra. Así que aquí va, desde el mueble, imaginando que estoy en la plaza desde donde tantas historias conté …  Historia Roja

    Después del episodio 38, se me hizo un poco difícil sacar a pasear a Natalita y a la pequeña Natalita, y decidí no invadir este espacio con historias rojas de Natalia, la vida vestida de rojo no es tan divertida, y nunca ha sido mi favorita, así que pensé que quizás sería lo más indicado esperar a estar bien para pintar de colores otra vez las historias.  Quizás debí analizar mejor la decisión, al final del día, si llevo más de un año con los mismos síntomas y solo empeoran, ¿qué me puede garantizar que de un día para otro todo va a mejorar? Maldita costumbre que viene de una de mis mejores virtudes: la paciencia. Conozco contadas personas que disfrutan de una paciencia mayor a la mía, es de lo mejor y lo peor a la vez.  Cuando se trata de esperar, puedo esperar por años, y ser feliz en el proceso, esa cualidad me ha ayudado a mantener una mentalidad de niña y una vida plena, pero también me ha llevado a postergar, quizás demasiado, todo lo que se me ocurre que me gustaría hacer.  

    Mi abuelita Chita, mejor conocida en el mundo de La Princesa como la duende Chita, tenía un estilo de hacer las cosas que siempre me gustó, pero con los años me hizo admirarla al punto que a veces pienso que uno puede vivir la mejor vida con al menos 5 de sus tantos ejemplos de vida. Mi abuelo Felipe decía, cuando mis tías y mi mamá se criaban, que las mujeres eran cabras, y que nacían para ayudar en la casa, y no para ir a la escuela.  Todas las mañanas, mi abuelita Chita llevaba a todos a la escuela, y unas horas más tarde, al notarlo, bajaba mi abuelo Felipe a darles de baja de la escuela a todas mis tías, dejando solo a mis tíos en la escuela. Al llegar, no pasaba nada, mi abuelita Chita las miraba con su cara seria de “no se te ocurra mostrar emoción” que tanto me molestó por tantos años, y que hasta apenas unos años no entendí a cabalidad, les daba alguna tarea del hogar y le servía el café de las 3 PM a mi abuelo Felipe, con actitud de “aquí no ha pasado nada”.  A la mañana siguiente, los levantaba a todos, los llevaba a la escuela, y volvía a inscribir a mis tías; se despedía de todos, regresaba a la casa a hacer el almuerzo, y un poco más tarde, se repetía la historia otra vez. Así fue a diario, hasta que un día mi abuelo Felipe se cansó de tener que ir a la escuela a sacar a mis tías, y “decidió” completamente por decisión propia, permitir que las mujeres que trajo al mundo serían dignas de estudiar. Mi abuelita Chita jamás habló del tema, no hacía falta, durante años la vi llegar a hacer todo lo que le daba la gana aunque le dijeran que no se podía, la paciencia era una de sus mayores virtudes, y supo usar la falta de paciencia de los demás a su favor, así lo hizo los 96 años que estuvo con nosotros. 

    A veces heredamos más de lo que creemos, y otras veces olvidamos lo que heredamos en momentos de vulnerabilidad. Hace un año paso básicamente el día entero mareada, con sensación de desmayo inminente, dolor de cabeza y náuseas, unas veces es leve, otras veces solo puedo recostarme a “pasarla”, en otras ocasiones la visión se me pone borrosa y es más fácil dejar los ojitos cerrados, así que escribir es un poco retante. Lo más gracioso / frustrante del asunto es que todos los sintomas vienen cada vez que como, lo que sea que coma, desde frutas hasta arroz, vegetales o nueces, así que lo que fue en cierto punto uno de mis más grandes placeres se ha convertido en mi más grande temor.  Creo que es la primera vez que le llamo como debo, soy fiel creyente de que poniéndole nombre a las cosas nos encariñamos y aprendemos a manejarlas. Así que, ya no lo escondo más, ni espero pacientemente a que decida irse, mejor salgo a jugar con él, oficialmente, te presento a mi nuevo cuco, un día fue casarme y tener compromisos, hoy es comer.

    29 de febrero de 2020