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093 – De uno en uno se juntan muchos

    Historia Violeta

     

    Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.

           El otro día estaba analizando mi gran meta de este año, que es llegar a la mayor cantidad posible de gente. Es gracioso, cuando más uno se organiza para sus metas, más se tranca y llegan las trabas por donde ni existen. … Historia Violeta

     

    Bitácora de aventuras, edición de uno en uno se juntan muchos

    Historia Violeta

           Hace unas semanas nos fuimos a acampar a la finca, por primera vez después de casi 6 años de conseguirla. Este trayecto hacia lo que quiero hacer y en quien me quiero convertir, ha estado lleno de trabas, que debo confesar, que me he puesto yo misma mentalmente. Pero qué te puedo decir, creo que es algo que nos pasa a todos. 

           Nos quedamos en el terreno de nuestra única vecina, la gran Rosita, y de quien en verdad debería hacer una bitácora para contarte, y que aprendas tanto de ella, como nosotros en estos casi 3 años desde que la conocemos. Sí, ya sé que hiciste el cálculo, me tomó conocer a Miguelo conocer a la vecina que sabía que estaba ahí, y que por mis ansiedades sociales no había hecho el esfuerzo por conocer. Las buenas noticias son que la vida siempre te envía lo que necesitas, y a mí me enviaron un novio con un porcentaje de sociabilidad completamente inverso al mío. Él es un alcalde, donde sea que lo tires. Por allá anduvimos, jugando con los patitos, las gallinas y los animales, y de paso, ayudándola a recoger el café silvestre que crece en su lindo bosquecito. 

           Sin remedio, mientras recogía café, me vino la pregunta existencial sobre mi meta de alcanzar a más personas que tengo este año. Con un granito en la mano, le pregunté a Augusto si iba por donde era y me dijo: si hoy llegaste a una persona, y mañana llegas a otra, ya serán 2. Lo miré cínicamente por la clase innecesaria de matemáticas en medio de una pregunta filosófica. Se rió y me dijo: si trataras de recoger todos los cafés que maduraron, a la misma vez, y con tus 2 manos, ¿podrías? Y le dije: bueno, podría agarrar los que me quepan en las manos, ponerlos en un envase y después volver a recoger más y... Me miró con su cara de: si entiendes eso, no tengo nada más que explicar. 

           Seguí recogiendo café, y le dije: claro, llegaré a todos los árboles, y por consecuencia recogeré cada grano de café, pero no los recogeré todos a la misma vez. Primero iré por un árbol, luego descanso, voy al siguiente, y así. Al cabo de unas horas, ya tendré en el envase todos los granos de café. 

           Me miró con un gesto burlón de: por fin llegaste, y siguió brincando entre las ramitas. Los duendes son así, juguetones, inocentes, no se burlan exactamente de ti, más bien, es que para ellos todo es tan sencillo, que les sobra mucho tiempo para reír, y jugar. 

           Mientras recogía el café, no pude sino empezar a fijarme en cada granito que recogía, de qué rama venía, cómo era esa rama, en qué estado estaba, seca, con muchas hojas, delicada, fuerte si había dado muchos granos esa ramita, o si había dado pocos, si eran grandes, pequeños, más rojitos, menos rojitos. Que muchos detalles y diferencias tienen, aun pareciendo iguales. Que muchos detalles, que a simple vista no había podido ver. Que mucha observación y detenimiento se requiere, para realmente conocer algo… “O a alguien”, me interrumpió Augusto. Le sonreí, y le dije: ya entendí. 

           Durante mucho tiempo, estuve bastante aislada, y a decir verdad, lo que me agobiaba de las redes sociales, era toda la información de cada persona que había puesta ahí. Me resultaba bien extraño, que alguien quisiera compartir tanta información, muchas veces con extraños. También, sentía que en cierta manera, estaba husmeando en la vida ajena, conociendo todo sobre sus hijos, logros y tristezas. Sentía que si algún día los veía de frente, sería extraño para ellos que yo reconociera a sus hijos, y supiera que se acababan de graduar de Kinder, aun sin haberles visto en 10 años. Augusto se rió otra vez, ese tipo de preocupación de mi parte siempre le ha dado mucha gracia. Me dijo: tú no los obligas a compartir nada contigo, ¿no se te ocurre que quizás eso que tanto te preocupa, a ellos no les importa en lo más mínimo? Y se echó a reír. 

           Sin remedio, me eché a reír con él. A veces me molesta que tenga razón, si no compartía su opinión inicialmente. Pero es que así somos, obstinados, para eso nos acompañan, para guiarnos, para darnos nuevas y más amplias perspectivas.

           No importa si llego a un millón de personas, si en el camino, no me enfoco en conocerlas mejor, y buscar qué puedo aprender de cada una de ellas. Estas semanas me dediqué a ir a diferentes perfiles, de personas que hace mucho no veo, de contestar mensajes que ahí estaban, y que por pura vagancia no contestaba. A simplemente interactuar con otros, y conocerlos. Es increíble lo mucho que podemos llegar a asumir sobre otros, y cómo esa percepción se derrumba, con pequeñas interacciones. Eso me pasó más veces de las que quisiera admitir esta semana, pero fueron buenas bofetadas de información nueva. No puedo esperar que otros deseen interactuar, o escuchar lo que tengo que decir, si no hago el ejercicio yo primero. Ya sé, eso no es un gran descubrimiento, pero para alguien tan retraído como yo, casi casi lo es. 

           Terminamos de recoger el café, y le llevamos la paila a Rosita, que tiene todo lo necesario para tostarlo, molerlo, y más adelante compartirlo con sus recién conocidos, pero no tan nuevos vecinos. 

     

    25 de mayo de 2021

           Esta semana comencé un ejercicio que me envió María de Mi Tech Person (aka la que me está ayudando a meterle mano finalmente a las redes sociales) de hacer más interacciones, y un par de cositas que verás por allá en Instagram. Confieso que me dio pereza solo leer lo que tenía que hacer, pero como yo o me tiro de casco o no hago nada, me fui de cabeza a hacerlo. ¡Y fue super divertido! También te confieso que cuando empezaron a llegar las preguntas en el cuadrito apagué el celular y me acosté a dormir, pero después se me pasó y me emocioné contestando. De hecho, acabo de hacer una pausa para ir a contestar un mensaje que entró. 

           Quizás la cantidad de personas a las que llegue este año no será la que imaginé cuando empezó, pero sabes qué, ya le quité la importancia al número, para enfocarme en conocerte mejor a ti, que ya llegaste hasta aquí. Así que... ¿qué estás esperando? Vete a contarme algo por allá, que quiero escucharte. 

    Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios. 

     

    https://linktr.ee/natalita_

     

    Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!