Skip to content

079 – Lluvia en el Desierto

    Historia Verde

     

    Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.

    Bitácora de aventuras, edición Lluvia en el Desierto:

    Historia Verde

           En el 2014 decidí cruzar un océano hasta Burkina Faso para cumplir una promesa que le hice a un buen amigo, cuando lo convencí de que se tirara de casco y se fuera a un país solo a vivir 4 años. No sabía muy bien lo que hacía, pero le dije, ve, tranquilo, no vas a estar solo, yo te voy a visitar. Como lo he hecho con cada amigo que se ha atrevido a dar saltos gigantes en soledad. 

           Solíamos ir a trabajar todos los días, y entre 12 PM y 2 PM no se podía hacer nada, el sol era demasiado fuerte, hacía demasiado calor. El grupo buscaba una sombra y nos tirábamos a descansar. En esas excursiones, solo podía pensar en una cosa: agua, agua fría. Probablemente fue el poco tiempo de ajuste, o el hecho de que hacía un calor asqueroso, demasiado sol y muy poca humedad, mezcla que mi cuerpo nunca había experimentado,  y se estaba volviendo loco. 

           Recuerdo estar acostada fantaseando con la lluvia, pensando que estaba en la playa, en un río. Por más que tomara agua, nada me quitaba la sed durante el día. Eso solo se lograba por la noche, cuando no había sol y la temperatura bajaba un montón. Dormíamos en unas camitas que eran como sillas de playa, afuera de la choza, porque dentro de la choza hacía demasiado calor, las paredes eran de barro, de noche soltaban todo el calor que habían absorbido durante el día. 

           En el descanso después del almuerzo, estaba tirada en el piso, sintiendo las hormigas caminar por encima mío, y soñando con el final de ese día y con agua, por alguna razón ese día sentía más calor que todos los demás. En mi cabeza solo tenía la palabra agua. Lo que me recuerda una frase que una vez me dijo Augusto: "En cierta manera, eres agua, y todos estamos unidos por el agua, alguna gota de agua que estuvo en algún animal hace miles de años está en ti ahora mismo".

           Llegaron las 2 PM y era momento de volver a trabajar. Estábamos midiendo árboles y anotando, y de momento, siento una gota de agua, y por mi madre que pensé que estaba alucinando, de tanto pensarlo hacía un rato. Me siguieron cayendo, lentamente, gotita tras gotita encima. Miré dudosa a los demás, en realidad no veía las gotitas, solo las sentía, pero no podía decir nada porque la persona con la que estaba no me entendía (hablaba moore), y la otra persona que hablaba inglés y francés estaba lejos, así que piché. 

           En ese momento, caminar más lejos hacia donde ella estaba representaba un gasto de energía que no podía ser justificado. Ni dos minutos más tarde, miré al cielo y vi una nube super negra, pero no tan grande que cubriera un espacio grande. Era como en una película de muñequitos, una nube negra casi que sobre nosotros. Todos disfrutamos las primeras gotitas y seguimos trabajando como si nada. Pero de un minuto a otro cayó a chubascos y terminamos todos muertos de la risa y enchumbaos. Uno de ellos me dijo algo,  que después me explicaron que era como un monsoon, algo así. En unas semanas debía comenzar su periodo de lluvias,  pero esa nube se adelantó. En ese lugar llueve como una o dos veces al año, como un mes, y después vuelve a parar. Cuando llueve, llueve hasta saturar todo. 

           Todos salimos corriendo para llegar a Yilou, la aldea donde nos estábamos quedando, que estaba bastante lejos. Mientras caminaba, lo único que podía pensar era en que al parecer, he aprendido bien la danza de la lluvia que me enseñó Augusto (que en verdad es igual a cualquier otra danza), y que nunca ninguna lluvia se había sentido (ni se ha sentido) tan rica como esa.

     

    Y tú, ¿sabes hacer la danza de la lluvia?  ¿Me cuentas? 

    Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios. 

     

    https://linktr.ee/natalita_

     

    Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!