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072 – Destellitos

    Historia Violeta

     

    Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.

    Bitácora de aventuras, edición Destellitos

    Historia Violeta

           Esta semana me tocó compartir con La Muerte... 

           Augusto siempre dice que ella es la hermana gemela de La Vida, y que son prácticamente lo mismo, aunque la mayoría de las personas no lo comprendemos así hasta que se acerca nuestro momento de tenerla como guía. Debo confesar que todavía no logro comprender del todo eso de que sean lo mismo, o quizás simplemente me convencí de que no lo comprendo porque es más fácil hacerme la que no lo entiende que tener que bregar con ella. 

            El sábado 16 de marzo de 2019 conocí a Jonef, y nunca olvidaré mi primera impresión sobre él: “este mocoso todavía no se ha graduado de escuela superior y está más claro que la mitad de la gente que conozco, incluyéndome”. Estábamos en una entrevista de trabajo, y lo más que recuerdo era interrumpir cada 2 minutos para reírnos, yo estaba peleando para que saliera a la luz mi versión roja sin ningún tipo de éxito, cuando la pequeña Natalita se bajó del lazito, y se puso a jugar entre los dreadlocks de Jonef, brincando entre uno y otro como si fueran lianas. Al verla me dije, bien, violeta será esta conversación.

           Cuando supe su edad, y que todavía estaba en la escuela, le pregunté qué lo había traído a nosotros, y me dijo: “un maestro de la escuela” (por eso de confirmar, que los maestros tienen la capacidad de transformar todos los días). Me contó que su maestro les dijo algo así: “Bueno, podríamos aprender en el salón y estar el resto del semestre en esto, o podemos llevar el ejercicio un paso más allá ”. En lugar de asignar un proyecto, convirtió el buscar su primer trabajo en un proyecto, y los ayudó con los procesos y recomendaciones. 

           Me habló de su mamá y su maestro como en 5 ocasiones en esa breve conversación, y de hecho, fue su manera de hablar sobre otros lo que más me llamó la atención. Escogió cada palabra, con  el cuidado que pocos a su edad tienen, dejándome saber en qué estaba de acuerdo con ellos y en qué no; respetando, pero alejándose de su opinión, dejando claro quién era y qué quería (y, dándome una galleta mental en el proceso, pues a esa edad no soñaba con tener esa claridad). Unos días después, nos vimos otra vez, y entre una pavera y otra, le transmití todo lo que pude para ayudarlo a prepararse para su nueva aventura, y en menos de un mes, ya dominaba todo mejor que yo (que para mi, es el más alto nivel de satisfacción, cuando de enseñar se trata). 

           Esta semana recibí la noticia de que se habia ido con La Muerte, y después de “botar el golpe”, como decimos en Puerto Rico, cantando canciones de películas de muñequitos y llorando mientras limpiaba, estuve lista para sentarme a hablar con Augusto. Él siempre me da mi espacio, los duendes saben que cada etapa y cada emoción hay que vivirla, y cuando me ve triste solo se me sienta al lado a acompañarme en lo que estoy lista para hablar de nuevo. A veces la pequeña Natalita se baja y se sienta con él, pero esta vez se colgó de Raulito (mi dreadlock), y se puso a jugar, como lo hizo el día que lo conoció.

           “Augusto, ¿por qué algunos se van temprano de este mundo?”, le pregunté, ya menos llorosa. ¿Qué es temprano?, me respondió, en el tono de conversación existencial  que en ese momento no tenía muchas ganas de escuchar, y le dije: “como, muy jóvenes”. “No existe eso de irse muy joven de este mundo Natalita”, empezó a decirme, pero en mi molestia lo interrumpí diciéndole medio de mala gana, “pero Augusto, es que algunos están con nosotros tan poco tiempo”. En eso la pequeña Natalita se bajó del lazito y me dio un abracito en el brazo, y Augusto me dijo: “algunos son más rápidos que otros, ya han aprendido todo lo que vinieron a aprender, cuando otros apenas comienzan a preguntarse qué hacen aquí”. 

           Augusto apenas había terminado de hablar, cuando La Gran Reina, La Vida, se mostró y me dijo: “Estaba listo...”

           El tiempo pareció detenerse por unos segundos, y justo a su lado, se me mostró por primera vez su hermana gemela, La Muerte, que casi como si fueran una sola, terminó la oración que empezó La Vida: “...aunque quizás los que se quedaron no estaban listos para perderlo”. Me miraron fijamente, y la mirada se sentía como si viniera de un punto fijo, como si se unieran de alguna manera. Quise hablar, pero la mirada no me lo permitió, era como si quisieran decirme que por ahora ya no había más palabras. 

           Un microsegundo después, estaba como flotando en un fondo negro, a mi alrededor, flotaban detellos de colores, que formaban diferentes patrones, algunos en zigzag, otros en círculos, otros rectos, otros simplemente eran puntitos haciendo lo que les daba la gana. Me puse a moverme, era una combinación de volar y nadar a la misma vez, podía ir en cualquier dirección, y todos los destellos se movían, algunos a mi alrededor, otros alejándose de mi, otros acercándose a mi. Me entretuve jugando con ellos, y en el proceso se me olvidó dónde estaba y la conversación que acababa de tener. En ese lugar, lo único que no podía hacer era quedarme quieta, por más que trataba, mi cuerpo flotaba y se movía de lugar, y justo cuando miré “mi cuerpo”, me di cuenta de que yo también era un destellito de colores, y me puse tan contenta que empecé a moverme como una loca, viendo cuán rápido podía moverme, y jugando con los demás que se cruzaban conmigo. Entre un juego y otro me di cuenta de que si daba vueltas en círculos bien rápido, el fondo se volvía de colores, y los destellitos nos volvíamos negros, y de más está decir que perdí la cuenta de cuántas veces me cambié de “tipo de destello”. 

           De repente escuché una voz, y me quedé en el fondo de colores siendo un destello negro, estaba lejos y no lograba distinguir lo que decía. Me moví de prisa de un lado a otro siguiendo la voz, hasta que estuve tan cerca que pude distinguir cuando dijo: “mi alma está en gratitud con todo el que me brindó su mano y su amor para mi progreso en esta carrera corta”. Era un destellito más pequeño que yo, me miró, me sonrió y se fue. 

           De inmediato, el fondo de colores se convirtió como en una montaña rusa, y bajé tan a prisa que los destellitos negros se volvieron una mancha negra lejana. Mientras bajaba, el fondo convertido en montaña rusa iba perdiendo todos sus colores, hasta quedar negro. Yo fui ganando colores hasta convertirme en un destellito de colores otra vez, y antes de que pudiera analizar lo que pasaba, estaba frente a Augusto, la pequeña Natalita, La Vida y La Muerte de nuevo, y recordé que estábamos en medio de una conversación. La Vida y La Muerte me sonrieron, y repitieron juntas esta vez: “estaba listo… algunos son más rápidos que otros, ya han aprendido todo lo que vinieron a aprender, cuando otros apenas comienzan a preguntarse qué hacen aquí”. Y como mismo llegaron, se fueron. 

           Me senté con Augusto y la pequeña Natalita a tomarnos un té mirando las plantitas, y les dije, “a ver cuánto me toma aprender lo que vine a aprender”, a lo que respondieron con una sonrisa, y encogiendo los hombros me dijeron “ya veremos, cuando estés lista”.  

     

    24 de julio de 2020

    Y tú, ¿cómo vives La Muerte?  ¿Me cuentas? 

    Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios. 

     

    https://linktr.ee/natalita_

     

    Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!