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051 – El Miedo lo dejamos en la Gaveta

    Historia Chinita

    El otro dia andaba hablando con Miguelo sobre mi falta de conocimiento sobre cómo resuelven otros las situaciones, por la costumbre de andar todo el tiempo sola.  Como siempre he andado metida en el pequeño mundo de Natalita, las demás perspectivas se me han escapado bastante, pero bien, andamos en mejoría y recolección de estos nuevos métodos de andar por la vida.  Desde mi encuentro con la impulsividad, la vida me parece más corta cada día, y no me gusta dejar las oportunidades ni las aventuras pasar. Por eso, a veces hago cosas que otras personas consideran locuras, y que para mi ya son la cosa más normal del mundo, porque al final, la vida no sabemos si vaya a acabar mañana, ¿y para qué esperar?  

    Al contar mis historias, he escuchado tantas veces la pregunta: ¿y no te dio miedo?  Siempre que me preguntan me da hasta gracia, porque la mayor parte de las veces, lo último que pasó por mi cabeza fue que me debió dar miedo en ese momento, y las veces que me ha dado un poco de miedo, esperaba que lo que lo primero que me preguntarían sería con respecto a cómo me sentí en la aventura y no con respecto al miedo.  Al parecer, el miedo tiene mucho que ver con nuestras percepciones de él.  

    Cuando ando demasiado emocionada por algo, mi lógica se ve un poco nublada y tomo decisiones que siempre terminan en historias graciosas, como por ejemplo, planificando el viaje a Asia del año pasado, haciendo la ruta decidí salir por el aeropuerto de Bali.  Siempre, pero siempre, de que SIEMPRE con mayúsculas, hago una investigación seria para los pasajes, incluyendo los nombres de los aeropuertos de cada ciudad. Por alguna razón, en el momento que estaba separando el pasaje, me embargó la emoción y apreté un botón que no era (con la seguridad de que sí era).  Como era un viaje en el que en un punto me iba a encontrar con alguien, por primera vez dejé un bosquejo super claro de cada vuelo en un documento, y lo preparé unas dos semanas antes de irme. Haciendo el documento noto que Balikpapan, al contrario de lo que pensé por alguna razón que todavía no entiendo pero sigo achacando a la emoción, no era el aeropuerto de Bali, si no que era otra ciudad de Indonesia, en otra isla.  Que maldita risa me entra cada vez que recuerdo el momento en el que me dí cuenta. Las buenas noticias eran que al menos era dentro del mismo país y en el mismo archipiélago, pudo ser peor. Comienzo a estudiar mi llegada a Balikpapan y consigo un pasaje saliendo de Bali la tarde anterior al vuelo de salida hacia California. Me propuse hacer lo mejor de la situación, y leyendo sobre Balikpapan supe que tenían un refugio de orangutanes a casi dos horas del aeropuerto, así que busqué un cuartito para esa noche cerca del aeropuerto y me dije, añadiremos orangutanes a los amigos de este viaje.  

    Después de un mes y un poquito más de aventuras por Asia, llegué a Balikpapan al atardecer, conseguí un taxi al cuartito y llegué hasta allá.  Al ser un lugar que recibe menos visitantes, no había tantos recursos para moverme, y básicamente nadie hablaba inglés (y menos español), incluyendo al muchacho de la recepción, que la noche anterior me montó en su motora al intercambiar una señal de “comida”, me llevó a un lugar cerca, me sonrió, y se fue (no puedo decidir si la aventura real de esa noche fue escoger qué comer sin saber qué era qué o regresar caminando por la noche sin saber muy bien en dónde estaba).  Mi celular y google fueron mis aliados, y al siguiente día buscando aquí y allá aprendí sobre una aplicación llamada Grab, algo parecido a Uber pero con la opción de mototaxi. Entre una cosa y otra logré conseguir un mototaxi para llegar al refugio, casi a las 10 AM, mostrando en el mapa y asintiendo y negando con la cabeza a las dudas de mi chofer.  

    Al cabo de dos horas, llegamos al refugio después de un recorrido hermoso, en el que sentí el aire, escuche los sonidos, olí los olores, y pude ver en detalle toda la ruta, porque se va más despacio en mototaxi, y no tienes la distracción de la comodidad y los sonidos de la radio que te brinda un carro.  De lo más divertido que pasó en ese recorrido fue descubrir que el conductor no tenía la más mínima idea de hacia dónde iba, pues noté que siguió unos letreros y paró a consultar el mapa, y cuando llegamos a la entrada (una cuesta en carretera de tierra con hoyos y algo húmeda con fango) intentó disimular su preocupación / sorpresa del camino por el que teníamos que subir.  Entre una cosa y otra, llegamos al portón del centro, y los aires de victoria se sentían en los dos. Los guardianes de la entrada lucían sorprendidos de vernos, el conductor se bajó y note que mientras ellos intercambiaban palabras, sus caras fueron cambiando de sorpresa a tristeza y a “díselo tú, no, díselo tú”. Me invitaron a sentarme con ellos, con sonrisas incómodas pero sinceras.  Uno de ellos se puso a hablar por celular, y me lo pasó, al otro lado un muchacho que hablaba un poco de inglés me dijo que los recorridos se separaban con dos semanas de anticipación, pero que podían llevarme a otro lugar cercano a ver los “honey bears”, que resumió como “oso Winnie the Pooh”, al notar que no entendía muy bien por el acento de qué me hablaba.  

    Estoy por abandonar mis ganas de conocer orangutanes, cuando llega una guagua al portón.  Todos se alegraron y empezaron a hablarle a la vez a la conductora, y ella me miró y sonrió, como si fuera una pequeña niña confundida y perdida; detuvo la conversación y me dijo: “the tour should be booked two weeks in advance, how long will you be here?  A lo que conteste, riéndome con los ojitos muy abiertos: “my plane leaves today at 6 PM”. Se rió conmigo y abrió los ojos como gritando: “loca”, y me dijo: “come, with me”, y me abrió la puerta de la guagua. Le dijo algo al conductor y a los guardianes, se abrió el portón que ya me había resignado a no cruzar, y entramos al refugio, eran las 12:20 PM.  Por el camino, me dijo que le pidió al conductor que se quedara esperándome, porque en esa área no había ningún tipo de transportación para regresar sin separarlo con anticipación, y que el recorrido empezaba a la 1 PM. Me dejó en la recepción, llene los papeles y me señalaron el “buffet”, que aparentemente estaba incluido. Comí como una reina, hasta café tomé, y en la mesa conocí a una de las investigadoras, y unos visitantes.  Hablamos un rato y surgió la pregunta de mi procedencia, y al contestar Puerto Rico, vino la pregunta del huracán (María acababa de pasar por la isla, y éramos noticia mundial por el desastre). Se mostraron preocupados primero, y después sorprendidos por mi respuesta: “We’ll be all right, we always have been, hurricanes are a part of nature where I come from, we can get by that, it’s the government’s management that’s creating the biggest crisis”, seguido de contarles todas las iniciativas ciudadanas que habían surgido en respuesta a la crisis, que demostraban que la mayoría de las veces era mejor dejar la arrogancia a un lado, y seguir las voces del pueblo, y de los que tienen la experiencia, y no tanto las de los “expertos” y funcionarios del gobierno.  Casi todos sonrieron amablemente, me desearon éxito en mi regreso y se fueron de la mesa susurrando entre ellos y riéndose sarcásticamente, quizás esperaban que les hablara de la destrucción, les enseñara fotos de casas destruidas y que les dijera que sería su nueva vecina en Estados Unidos para no regresar a la vida primitiva que aparentemente me esperaba, o quizás alguien dijo un chiste gracioso entre ellos justo en ese momento, nunca lo sabremos. Me quedé como media hora hablando con la investigadora, que me contó que a algo similar se enfrentó al llegar al centro de investigación. Me dijo que la invitaron a ese lugar para decidir cómo trabajar en el refugio, porque tenía la preparación académica, pero que al llegar, pudo notar que el conocimiento de los locales era tan valioso como el suyo, y que se había encontrado siguiendo más recomendaciones que dándolas.  Los mejores 30 minutos de mi estadía de 24 horas.  

    A la 1 PM, comenzó mi recorrido, que resultó ser privado, así que mis mil curiosidades fueron satisfechas, y conocí muchos animales en la distancia, que fue lo más que me gustó, ser un observador a distancia, de la rehabilitación de tantos animales para ser llevados a su ambiente natural, que es la misión principal del refugio.  A las 3 PM llegue a la puerta y me esperaban mi conductor y los guardianes con una sonrisa victoriosa. Intercambiamos celebración y agradecimiento con los ojitos, a falta de otro lenguaje universal. Recorrí con todos los sentidos la isla de regreso otra vez, llegué al cuartito, recogí el bulto, arranqué para el aeropuerto y me monté en el avión, justo a tiempo.  

    Cuando conté la historia por primera vez me preguntaron: “¿no te dio miedo estar tan lejos ese día sabiendo que podías perder el avión? ¿por qué  querías regresar a la isla tan rápido, sabiendo lo difícil de la situación después del huracán?” Me resultó super curioso, estaba segura de que las preguntas serían sobre los animales que conocí y el grandioso recorrido en motora, o sobre qué ideas traía para ayudar con la crisis de la isla teniendo un cerebro descansado y despejado, pero bien, las perspectivas, andamos aprendiendo de eso. Cada vez que escucho ese tipo de pregunta, recuerdo el día que vi Moana por primera vez.  Al ver esta escena (https://www.youtube.com/watch?v=2q77EqqzLIk), lloré como una pendeja de la emoción.  Por primera vez, tenía plasmada la manera de explicar mi manera de pisar por esta vida, con cabeza arriba, ojitos centrados directo en mi objetivo, con seguridad, sin importar lo que nos venga de frente, y con la capacidad de ver la solución por encima de las nubes de humo y de los monstruos, con la certeza de que todo va a estar bien.  Probablemente por esa actitud, que algunos consideran inmadura, no me da miedo perder un avión o venir a vivir en la incertidumbre de una isla arrasada por dos huracanes y dos gobiernos. No creo que mi actitud hacia la vida sea inequívoca, ni la mejor, ni la única, ni “one size fits all”, pero digamos que ha tenido sus ventajas y que, al menos yo, me la he pasado muy bien gracias a ella. 

    19 – 28 de febrero de 2018

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    Moana, Who You Are